Misión Nueva Pompeya, 5 de agosto de 2013.
Día Menos 7.
En el que se devela algo de lo que en otr@s admira el
corazón zapatista, se avisa que hay exent@s y se imparten consejos ociosos que
nadie habrá de seguir.
Agosto del 2013.
Bien, ya falta poco. Me refiero a los días que faltan para iniciar la escuelita, no a lo que tenemos y queremos decir.
Si usted busca por ahí alguna escuela que le asigne un
maestro, una maestra, a cada estudiante individual, las 24 horas del día, que
sea gratuita y laica, y que le proporcione los alimentos y el hospedaje
mientras aprende-enseña, pues le deseamos buena suerte.
Como ya saben, la escolaridad de quienes asisten va desde el
maternal hasta el doctorado en el extranjero (y por “extranjero” no nos
referimos a otros países distintos al nuestro, sino al ser ajenos, extraños, así
que muchas instituciones educativas en nuestro país son extranjeras). Y los
calendarios se alargan desde los meses de vida hasta arriba de los 90 años.
Todas y todos serán recibidos en el corazón colectivo que somos, sin importar
si viene a comunidad, o le toca en CIDECI, o en otra geografía por la
videoconferencia, o recibiendo los materiales de apoyo, o aguardando su tiempo.
Tal vez usted alcance a darse cuenta del esfuerzo
organizativo que esto de la escuelita representa para los pueblos zapatistas.
Pero no se pregunte usted por qué y cómo un grupo de
comunidades indígenas decide hospedar, alimentar, convivir y compartir sus
conocimientos con un grupo de extraños, de diferentes, de otr@s. O cómo es que
el objeto de la limosna, la lástima, la pena y esos otros nombres tras lo que
se oculta el racismo, la discriminación y el desprecio, es decir, los indígenas
zapatistas, cometen la osadía de declarar que tienen algo que enseñar y para
eso erigen, como antes un barco absurdo en plena selva, una escuelita tan grande
que abarca el mundo entero.
O sí, pero también pregúntese cómo es posible que personas
de los 5 continentes, de la más variada nacionalidad (ese truco barato de
banderas, fronteras y pasaportes), de grandes o pequeños conocimientos, decide
que sí tiene algo que aprender de personas que están catalogadas en los grandes
libros y en los discursos gubernamentales como “ignorantes”, “retrasadas”,
“marginadas”, “pobres”, “analfabetas”, y los etcéteras que puede encontrar
usted en los “estudios” del INEGI, en los manuales de antropología, y en las
palabras y gestos de asco de quienes dicen gobernar el mundo.
¿Por qué gente de renombre o sin nombre, toma de su tiempo y
lo emplea en escuchar, y en la mayoría de los casos también en viajar, para
aprender de los pueblos zapatistas?
Porque lo que es a nosotras, a nosotros los zapatistas, no
nos maravilla nuestro continuo y persistente sube y baja en la lucha por la
vida, es decir, por la libertad. Lo que realmente nos sorprende es que existan
personas como usted que, pudiendo elegir destinos más amables, cómodos y
confortantes, deciden poner su corazón en las rebeldes montañas del sureste
mexicano para así, con nosotr@s, iluminar con un relámpago, un agosto en el último
rincón, en el más pequeño.
¿Por qué? ¿Será porque acaso intuyen, saben, conocen, que la
luz no viene de arriba, sino que nace y se crece desde abajo? ¿Que no es
producto de un líder, jefe, caudillo, sabio, sino del común de la gente? ¿Será
que en sus cuentas lo grande empieza pequeño y lo que sacude al mundo cada
tanto, inicia con apenas un murmullo, quedo, bajo, casi imperceptible? O tal
vez imaginan cómo es el estruendo de un mundo cuando se desmorona. Tal vez
saben que los mundos nuevos se nacen con los más pequeños.
En fin, que lo que en verdad debe de sorprender, es usted
acá y con nosotr@s, de este lado, pues. Y creo que es claro que no me refiero
ni al calendario ni a la geografía.
-*-
L@S EXENT@S
Nosotras las zapatistas, los zapatistas, hemos tenido la
fortuna de contar con el oído, la palabra y la mano compañera de hombres y
mujeres a quienes vemos hacia arriba por su altura moral. Algun@s de ell@s no
han dicho nada directamente sobre nosotr@s, ni a favor ni en contra. Pero sus
palabras sobre el rodar del mundo, lo hacen.
Y hay personas que podrían bien estar en el otro lado, con
los de arriba, o con quienes desde distintos lados ven en nosotr@s a un
competidor, un estorbo, una molestia, un enemigo, un animal imposible de domar
y domesticar. Allá, de aquel lado, podrían tener honores y cortejos, homenajes
y salutaciones. Para obtenerlos, bastaba tomar distancia de nuestro paso o
sumar su silencio al cómplice de otras, de otros.
Algunas de estas personas aceptaron la invitación a la
escuelita zapatista por generosidad. En el alargado camino de su digno andar,
siempre mantuvieron los puentes al paso más pequeño, al más olvidado, al
nuestro.
¿Hubo otros, otras que también nos apoyaron antes? Sí, muchos,
muchas, y después, en la cresta de la nueva ola en turno, nos demandaron
sumisión y sujeción al nuevo ropaje que vestían nuestros perseguidores de
siempre, pero ahora de “izquierda”. Nos exigieron que, postrados,
agradeciéramos su apoyo callando frente a las injusticias de siempre, adornadas
con falsas palabras. Como el Mandón, nos exigieron obediencia. Como al Mandón,
les respondimos con rebeldía.
Pero estas otras personas compas, hombres y mujeres de
diferentes calendarios y geografías, nunca nos exigieron ni sometimiento ni
claudicación. Y aunque no pocas veces su mirada fue y es crítica con nuestro
andar, siempre fue y es compañera. Ellas, ellos son la prueba de que apoyo no
es subordinación (algo que la izquierda mundial todavía no acaba de entender).
A todos ellos, a ellas las invitamos, sí. Pero no como
alumnos. Según nuestro entender, ellas y ellos entienden bien lo que es la
libertad según nosotros, nosotras las zapatistas. Los invitamos para hacerlos
partícipes de esta alegría de ver que nuestro paso, aunque pausado y
desconcertante, sigue y va hacia un solo destino, que también es el de ellas y
ellos.
Voy a escribir algunos nombres. No estarán todas, no todos.
Pero al nombrarlos a ellos y a ellas, nombramos a quienes deberían aparecer a
nuestro lado y, también, a quienes no están ya porque la muerte se plantó en su
camino. Pero están en nuestra memoria, que es lo único y mejor que tenemos como
arma y escudo. Nos harán falta, por ejemplo: la actividad incansable de la
compañera hermana Chapis; la firmeza de la compa Rosa de Querétaro; la
mirada-puente de Beverly Brancroft; la risa alegre de Helena, la empecinada
lucha de Martha de Los Ríos, la palabra clara de Tomás Segovia; el sabio oído
de José Saramago, los sentimientos hermanos de Mario Benedetti, el ingenio de
Manuel Vázquez Montalbán, la serena consecuencia de Adolfo Sánchez Vázquez, el
profundo conocimiento de Carlos Montemayor, entre much@s otr@s.
Ellas y ellos, y algún@s otr@s, aunque aparecen en la lista
de invitad@s como alumn@s, no lo son. Están, para usar la jerga escolar,
exentos.
Será bueno recibirlos y darles un abrazo, aquí o en la
geografía desde la que, generosos, nos miran y escuchan. Lleguen o no lleguen,
estarán junto nuestro, como lo que son: nuestras compañeras y compañeros.
Ahora sólo pongo el nombre de poc@s. Hay más. A todas ellas
y ellos les haremos llegar, junto a nuestro abrazo, admiración y respeto
reiterados, la carta de exención que es sólo un símil académico para hacerles
saber nuestra gratitud. Así que aquí están algún@s de quienes están exentos,
con honor, del curso “La Libertad según l@s zapatistas”:
.- Nuestras queridas abuelas y madres, las Doñas de
Chihuahua y de Sinaloa, en el México de abajo y a la izquierda.
.- Nuestras abuelas y madres de Plaza de Mayo, en la
Argentina digna.
.- María Luisa Tomasini, nuestra abuela en Chiapas.
.- Pablo González Casanova.
.- Luis Villoro.
.- Adolfo Gilly.
.- Paulina Fernández C.
.- Óscar Chávez.
.- John Berger.
.- Carlos Aguirre Rojas.
.- Antonio Ramírez Chávez.
.- Domi.
.- Vicente Rojo.
.-
Immanuell Wallerstain.
.- Gilberto
López y Rivas.
.- Noam Chomsky.
.- María Luisa Capella.
.- Ernesto Cardenal.
.- Neus Espresate Xirau.
.- Marcos Roitman.
.- Gustavo Esteva Figueroa.
.- Jorge Alonso Sánchez.
.- Hugo Blanco Galdós.
.- Miquel
Amorós.
.- Neil
Harvey.
.- John
Holloway.
.- Malú Huacuja del Toro.
.- Armando Bartra.
.- Michael Hardt.
.- Greg Ruggiero.
.- Raúl Zibechi.
.- Eduardo Galeano.
.- Daniel Viglietti.
.- León Gieco.
.- Sylvia Marcos.
.- Jean Robert.
.- Juan Villoro.
.- Mercedes Olivera.
.- Bárbara Jacobs.
.- Mayor insurgente honorario Félix Serdán.
.- María Jesús de la Fuente Viuda de O’Higgins.
.- Inés Segovia Camelo.
.- Obispo Raúl Vera.
.- Bárbara Zamora.
.- El Mastuerzo.
.- Rocko Pachukote.
.- Francisco Segovia.
.- Zach de la Rocha.
.- Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas.
.- Juan Carlos Mijangos Noh.
.- Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), México.
.- Ignacio Del Valle.
.- Confederación General de Trabajadores, Estado Español.
.- Víctor Flores Olea.
.- Magdalena Gómez.
.- Brigada Callejera “Elisa Martínez”.
.- la banda tuitera.
.- la banda de medios alternativos.
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Consejos ociosos (porque yo sé bien que no me van a hacer caso).
Sobre el ajedrez y las pesadillas.
Si, por ejemplo, a usted le toca su escuelita en la zona del Caracol de La Realidad. Después de un día ajetreado, con ampollas en manos y pies, pero con ese dolor alegre que sólo da el aprender, usted se sienta en las afueras de la champa. Saca un cigarrillo y lo enciende mientras ve cómo la luz de la tarde va cediendo a las sombras de la noche. Ve su entorno como si todo se moviera en cámara lenta. Hay como un silencio de lo cotidiano, lo que ahora le permite apreciar el empecinado aserrar de los grillos, la lucecita juguetona de los cocuyos, el zumzum de los mosquitos. Entonces usted se decide y saca su tablero portátil de ajedrez. Está usted acomodando las piezas, cuando se acerca un niño o una niña (usted calcula: entre 8 y 10 años) y se coloca a su lado, en cuclillas. La niña-niño mira con curiosidad lo que usted hace y le pregunta, con una inocencia fuera de toda sospecha: ¿y qué es eso? Usted se siente halagado de tener la oportunidad de enseñar algo, sobre todo después de que desde que llegó se la ha pasado recibiendo correcciones de su Votán y de la familia con la que ahora vive. Así que le da una chupada al cigarrillo y dice: “Ah, es un juego, se llama ajedrez”. Y aquí viene el momento decisivo. Usted tiene la tentación de decir lo que no debe decir. Piensa que, después de todo, es sólo un niño-niña y que será divertido enseñarle ese juego misterioso de inteligencia, táctica y estrategia. Entonces usted dice las palabras malditas: “¿Quieres que te enseñe cómo se juega?”. Ya. Su suerte está echada. La niña-niño dirá, con inocencia, “bueno, a ver si puedo”. Después: la pesadilla. Pasando las primeras explicaciones “éste se llama peón”, “éste alfil”, “éste caballo” y así, el niño-niña, se sentará frente suyo y ya. Usted se pasará toda la tarde y parte de la noche escuchando que le dicen “jaque mate” una y otra vez. Ya más tarde, poco antes de que el sueño soñado ocupe el lugar del sueño real, usted murmurará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”. Yo, cerca y lejos, encenderé la pipa, le daré otro bajón a mi bolsa de galletas de animalitos y pensaré: “odio decir que se los dije, pero se los dije”. He escuchado maldecir en decenas de idiomas diferentes, cuando los “maestros” de ajedrez son apaleados por l@s niños de la zona de La Realidad. Después de todo, por algo a este lugar le dicen “La Realidad”, ¿no?
Sobre el Futbol.
Si, por ejemplo, a usted le toca en la zona del Caracol de La Garrucha. Misma situación que la anterior. Ahora es un niño que trae un balón jugueteando en las manos. Ahora le está diciendo-preguntando-retando a usted con un “¿Y en tu pueblo donde vienes saben jugar futbol?”. Usted entonces siente que en las venas se le agolpan Pelé y Garrincha, Maradona y Cruyff, Ronaldo y Messi (no en un Table Dance, se entiende), Puskas y Di Stéfano (¿me fui muy lejos en el calendario?), o lo que corresponda en sus geografía y calendario. Yo le aconsejo que sólo sonría y pregunte por el clima o lo que sea, pero… usted empieza a ver todo rojo y, bueno, siempre ha pensado que el chovinismo deportivo es bien tolerado incluso en la izquierda más radical, así que, sin hacer caso a mi consejo, se ajusta sus botas-botines-tenis-chanclas-dedos, y se pone de pie con un “¿Que si sabemos jugar futbol en mi pueblo donde vengo?, ahora vas a ver. Vamos”. Ya de noche, cuando usted esté en la duermevela del buen reposo, hará el recuento de los daños y se dirá que falló el portero, la defensa, la media, la delantera, el árbitro, la cancha empinada, el lodo y la mierda del ganado, que después de todo la goliza recibida no fue tan mala, que quedaron que otro día la revancha. Pero, con el último bostezo, usted murmurará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”. Yo, cerca y lejos, encenderé la pipa y me recostaré mientras pienso: “odio decir que se los dije, pero se los dije”. He visto equipos multinacionales de auténticos “cracks” del balompié sucumbir en los “campos de futbol” del Caracol de La Garrucha. En esa zona, hasta las vacas le saben a la magia del rodar de un balón.
El Pozol Agrio.
En cualquier zona que le toque de cualquiera de los 5 caracoles. “¡Hay fiesta!” escucha que dicen. Se levanta usted, aunque todo el cuerpo le duele como si se hubiera pasado todo el día tratando de abordar un transporte público, en hora pico y en su geografía. Se acerca a donde está la bulla. Entonces escucha que gritan con júbilo “¡pozol agrio!”. Hágame caso: dé media vuelta y regrese a la champa que le toca. Si alguien le ofrece, usted discúlpese con un “gracias, ahora estoy muy lleno” y tóquese la panza con satisfecho énfasis. Pero, doble contra sencillo, tal vez usted se diga a sí mismo “Bueno, vine a compartir, así que también debo compartir la alegría que parece provocar eso que llaman pozol agrio”, y va y pide que le den un vaso-taza. Cuando pase usted la noche entera sentado en la letrina, tendrá la necesidad de encender un cigarrillo, manque no fume, y a la fugaz luz del mechero, usted pensará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”. Yo, no tan cerca y sí lejos, encenderé la pipa y, mientras murmuro “odio decir que se los dije, pero se los dije”, me retiraré más aún, porque, créame, no hay tabaco que cubra ese olor.
La Comida.
Si piensa que algo puede hacerle daño, o sabe que le sienta mal, o le está cayendo mal a su panza, no lo coma. No se sienta obligad@ a comer lo que no puede. No lo van a mirar mal, ni será expulsado de la escuelita, ni lo criticarán, ni nada de eso. En cambio le darán medicina para la panza y le preguntarán qué puede comer que no le siente mal. Porque bien sabemos nosotros, nosotras, que del alimento, lo que alegra y nutre está en la palabra que lo sazona. Y sí, puede traer usted lo que guste de comer, siempre y cuando lo comparta.
Y no me refiero a que le dé a cada quien una porción, sino
que comparta el cómo se prepara eso, cómo se come, cuál es su historia. Y no,
compartir el dolor de estómago no es parte de la vida comunitaria.
El Recreo.
Sí, puede traer un balón, una guitarra, una obra de teatro, una película, una historia que contar. Sólo recuerde: todo en el colectivo. No, no el colectivo del o con el que viene, sino su colectivo acá: su familia y su Votán. Si escucha que alguien dice “qué alegre está esa tonelada”, no piense que se refiere al peso del tercio de leña o del bidón de agua. Es sólo una de esas extrañas traducciones que acá abundan: por “tonelada” se refieren a “tonada”. De nada.
Las consignas.
“Abandone usted toda esperanza de rima”, debería leerse al entrar a una comunidad zapatista. Si cerca suyo alguien está ensayando una “consigna” para la fiesta de bienvenida o de fin de curso, y usted escucha que dice “no que no, sí que sí, somos un chingo y venceremos”. No se le ocurra decir que no va así o que no rima, porque entonces será acribillado con “¿por qué?, ¿acaso no somos un chingo?, ¿acaso no venceremos?” Y al final un “pero me entendiste, ¿no?”
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Vale. Y no olvide empacar tres cosas básicas: algo para el frío, algo para la lluvia y algo en que atesorar la memoria.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
SupMarcos.
México, Agosto del 2013.
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