Misión Nueva Pompeya, 1 de mayo de 2014.
Mural. Casa por la Memoria del Chaco. Patrimonio cultural. |
En 1924 asesinaron a 200 aborígenes de Napalpí, Chaco. Trabajadores de Pueblos Originarios que reclamaban por salarios dignos.
1º de mayo. Día del Trabajador y memoria por trabajadores de Pueblos originarios del Gran Chaco, víctimas del "brutal episodio del Terrorismo de Estado en el que fueron asesinados más de más de 200 indígenas de las etnias qom y mocoví".
El 1° de Mayo en la Argentina se celebra el Día del Trabajador. Bastantes
actos, celebraciones y conmemoraciones. En el día de la fecha una representante de de Madres de Plaza de Mayo decía en un acto público que Moyano (Hugo, de la CGT) no
hizo nada porque no es un trabajador. Muchos opinólogos estarán en acuerdo y/o desacuerdos, pero otros dicen que tiene razón la dirigente, porque Moyano es un sindicalista. Son muchas cosas que acontecieron en
este día tan especial.
En lo que nos perturban
podemos decir que como pueblos originarios, trabajadores desocupados, seguimos
siendo “mano de obra barata”, por discriminación ración racial y política, y
nuestra lucha por nuestros derechos como trabajadores no concluye ni nos callaremos.
Melitona Enrique, sobreviviente de la masacre, a los 106 años de edad. |
Haciendo historia
y, en memoria de nuestrso antepasados no no olvidaremos de aquellos héroes caídos
en la matanza de Napalpí, Rincón Bomba ni aquí en el Impenetrable en “La Misión
Franciscana” (M. N. Pompeya, que fueron despojados de sus trabajos dignos)
En 1889, la
Segunda Internacional decidió instituir el Primero de Mayo como jornada de
lucha para perpetuar la memoria de los trabajadores que murieron luchando por
una jornada de ocho horas. En el país, la primera conmemoración tuvo lugar el
1º de mayo de 1890. A continuación reproducimos un artículo de la Revista
Panorama, publicado en mayo de 1970, donde Oscar Troncoso recorre más de 70
años de luchas obreras en la historia argentina”. (El historiador).
: Poco antes de
morir, George Engel, que había nacido en Alemania hacía 50 años, alcanzó a
decir ante el tribunal: "¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado
por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras
unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. (Felipe Pigna).
Aquí, como
indígenas recordaremos en este 1º de mayo la “LA MASACRE DE NAPALPÍ - 19 de
julio de 1929”
En 1924 asesinaron a 200 aborígenes de Napalpí, Chaco. Reclamaban por sus salarios. A los descendientes ni siquiera les permiten recordar el hecho en un acto en las escuelas.(Por Darío Aranda)
El cacique José reclama una reparación histórica.
Cuando se cumplen 80 años de la matanza de 200 tobas y mocovíes, en Napalpí,
Chaco, un cacique reclama una reparación histórica que, desde hace décadas, es
incumplida: un cartel que indique que allí tuvo lugar la masacre ordenada por
el gobernador chaqueño, Fernando Centeno. El 19 de julio de 1924, a la mañana,
la policía rodeó la Reducción Aborigen de Napalpí, de población toba y mocoví,
y durante 45 minutos no dejaron descansar los fusiles. No perdonaron a
ancianos, mujeres ni niños.
Asesinaron a todos y, como trofeos de guerra, cortaron orejas, testículos y
penes, que luego fueron exhibidos como muestra de patriotismo en la localidad
cercana de Quitilipi. Los asesinados fueron más de 200 aborígenes que
reclamaban una paga justa para cosechar el algodón de los grandes terratenientes.
Para justificar la matanza, la versión oficial esgrimió una "sublevación
indígena". A 80 años de la masacre, no habrá actos oficiales, pero los
pobladores originarios la recordarán en cada comunidad.
En 1895, la superficie sembrada de algodón en el Chaco era de sólo 100
hectáreas. Pero el precio internacional ascendía y los campos del norte
comenzaron a inundarse de capullos blancos donde trabajaban jornadas eternas
miles de hombres de piel oscura. En 1923, los sembradíos chaqueños de algodón
ya alcanzaban las 50 mil hectáreas. Pero también debían multiplicarse los
brazos que recojan el "oro blanco".
El 12 de octubre de 1922, el radical Marcelo T. de Alvear había reemplazado
en la presidencia a Hipólito Yrigoyen y el Territorio Nacional del Chaco ya se perfilaba
como el primer productor nacional de algodón. Pero en julio de 1924 los
pobladores originarios toba y mocoví de la Reducción Aborigen de Napalpí –a 120
kilómetros de Resistencia– se declararon en huelga: denunciaban los maltratos y
la explotación de los terratenientes. Los ingenios de Salta y Jujuy ofrecieron
mejor paga. Hacia allá intentaron ir los pobladores, pero el gobernador Centeno
prohibió a los indígenas abandonar el Chaco. Los pobladores de Napalpí
decidieron resistir. El 18 de julio, y con la excusa de un supuesto malón
indígena, Fernando Centeno dio la orden.
A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45 minutos de disparar los Winchester y Mauser a todo lo que se movía, sólo quedó el silencio y la humareda de los fusiles. Los heridos –fueran hombres, mujeres o niños– fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó el hecho a finales de la década del ’20: "Como a las nueve, y sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".
El 29 de agosto –cuarenta días después de la matanza–, el ex director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga, escribió una carta que fue leída en el Congreso nacional: "La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados".
El libro Memorias del Gran Chaco, de la historiadora Mercedes Silva, confirma el hecho y cuenta que el mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, corrió esa suerte. "Se lo mató en forma salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla", asegura.
En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados,algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".
Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destaca: "Se dispararon más de 5 mil tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta de que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza."
La Reducción de Napalpí –palabra toba que significa lugar de los muertos– había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto".
A ochenta años de la masacre, el lugar está sólo habitado por una familia que dice escuchar los lamentos de las víctimas cuando cambia el viento. El cacique Alfredo José dijo a Télam que reclama una reparación histórica. Su antecesor, Angel Nicola, recordó con amargura las promesas incumplidas de autoridades y legisladores. Reclaman que se coloque un cartel que indique que allí, en Napalpí, ocurrió la matanza. José impulsó una ceremonia en la escuela de Colonia Aborigen, pero no prosperó porque el tema no figura en los programas de estudios de los descendientes de los masacrados. Una frustración más: los carteles oficiales de la Ruta Nacional 16 ubican a Napalpí en otra parte, como otra muestra del olvido y ocultamiento.
A la mañana del 19 de julio, 130 policías y algunos civiles partieron desde la localidad de Quitilipi hasta Napalpí. Después de 45 minutos de disparar los Winchester y Mauser a todo lo que se movía, sólo quedó el silencio y la humareda de los fusiles. Los heridos –fueran hombres, mujeres o niños– fueron asesinados a machetazos. El periódico Heraldo del Norte recordó el hecho a finales de la década del ’20: "Como a las nueve, y sin que los inocentes indígenas realizaran un solo disparo, hicieron repetidas descargas cerradas y enseguida, en medio del pánico de los indios (más mujeres y niños que hombres), atacaron. Se produjo entonces la más cobarde y feroz carnicería, degollando a los heridos sin respetar sexo ni edad".
El 29 de agosto –cuarenta días después de la matanza–, el ex director de la Reducción de Napalpí, Enrique Lynch Arribálzaga, escribió una carta que fue leída en el Congreso nacional: "La matanza de indígenas por la policía del Chaco continúa en Napalpí y sus alrededores; parece que los criminales se hubieran propuesto eliminar a todos los que se hallaron presentes en la carnicería del 19 de julio, para que no puedan servir de testigos si viene la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados".
El libro Memorias del Gran Chaco, de la historiadora Mercedes Silva, confirma el hecho y cuenta que el mocoví Pedro Maidana, uno de los líderes de la huelga, corrió esa suerte. "Se lo mató en forma salvaje y se le extirparon los testículos y una oreja para exhibirlos como trofeo de batalla", asegura.
En el libro Napalpí, la herida abierta, el periodista Vidal Mario detalla: "El ataque terminó en una matanza, en la más horrenda masacre que recuerda la historia de las culturas indígenas en el presente siglo. Los atacantes sólo cesaron de disparar cuando advirtieron que en los toldos no quedaba un indio que no estuviera muerto o herido. Los heridos fueron degollados,algunos colgados. Entre hombres, mujeres y niños fueron muertos alrededor de doscientos aborígenes y algunos campesinos blancos que también se habían plegado al movimiento huelguista".
Un reciente microprograma de la Red de Comunicación Indígena destaca: "Se dispararon más de 5 mil tiros y la orgía de sangre incluyó la extracción de testículos, penes y orejas de los muertos, esos tristes trofeos fueron exhibidos en la comisaría de Quitilipi. Algunos muertos fueron enterrados en fosas comunes, otros fueron quemados". En el mismo audio, el cacique toba Esteban Moreno contó la historia que es transmitida de generación en generación. "En las tolderías aparecieron soldados y un avión que ametrallaba. Los mataron porque se negaban a cosechar. Nos dimos cuenta de que fue una matanza porque sólo murieron aborígenes, tobas y mocovíes, no hay soldados heridos, no fue lucha, fue masacre, fue matanza, por eso ahora ese lugar se llama Colonia La Matanza."
La Reducción de Napalpí –palabra toba que significa lugar de los muertos– había sido fundada en 1911, en el corazón del Territorio Nacional del Chaco. Las primeras familias que se instalaron eran de las etnias Pilagá, Abipón, Toba, Charrúa y Mocoví. El corresponsal del diario La Razón, Federico Gutiérrez, escribió en julio de 1924: "Muchas hectáreas de tierra en flor están en poder de los pobres indios; quitarles esas tierras es la ilusión que muchos desean en secreto".
A ochenta años de la masacre, el lugar está sólo habitado por una familia que dice escuchar los lamentos de las víctimas cuando cambia el viento. El cacique Alfredo José dijo a Télam que reclama una reparación histórica. Su antecesor, Angel Nicola, recordó con amargura las promesas incumplidas de autoridades y legisladores. Reclaman que se coloque un cartel que indique que allí, en Napalpí, ocurrió la matanza. José impulsó una ceremonia en la escuela de Colonia Aborigen, pero no prosperó porque el tema no figura en los programas de estudios de los descendientes de los masacrados. Una frustración más: los carteles oficiales de la Ruta Nacional 16 ubican a Napalpí en otra parte, como otra muestra del olvido y ocultamiento.
Fuente: www.lagazeta.com.ar
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